Inscrita desde 2013 en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, la dieta mediterránea es reconocida por sus efectos beneficiosos en la salud. Sin embargo, su poder protector no proviene de los hábitos alimentarios actuales ni de los productos manufacturados en la región, sino de un patrón dietético clásico respaldado por decenas de estudios científicos realizados con miles de participantes.

De acuerdo con la definición de la Unesco, este modelo alimentario “comprende un conjunto de conocimientos, competencias prácticas, rituales, tradiciones y símbolos relacionados con los cultivos y cosechas agrícolas, la pesca y la cría de animales, y también con la forma de conservar, transformar, cocinar, compartir y consumir los alimentos”. Por eso, además de un plan nutricional, es también un patrón social.

No obstante, el eje central de este patrimonio cultural es la dieta en sí misma. Para evaluar cuánto se acerca una alimentación al modelo mediterráneo se utilizan 14 puntos clave: mientras más alto sea el puntaje, mayor afinidad con este estilo de vida.

Los alimentos que suman puntos

El patrón destaca por priorizar alimentos que otorgan beneficios comprobados:

- Aceite de oliva

- Verduras y hortalizas

- Frutas

- Legumbres

- Pescado y marisco

- Frutos secos

- Carne blanca (pollo y conejo)

- Sofrito tradicional como acompañamiento de platos principales

Los productos que restan adherencia

El modelo también plantea evitar o reducir al mínimo:

- Carnes rojas y procesadas

- Mantequilla, margarina o nata

- Bebidas carbonatadas, tanto azucaradas como sin azúcar

- Repostería comercial

- Evidencia científica: beneficios contundentes

Aunque el primer estudio sobre dieta mediterránea data de 1970, recién dos décadas después volvió a captar la atención científica. Desde entonces, se convirtió en uno de los patrones dietéticos más investigados.

Entre los trabajos más relevantes se encuentra el estudio español PREDIMED, en el que participaron más de 90 investigadores y que evaluó los efectos de la dieta en personas mayores con alto riesgo de enfermedad cardiovascular. Sus conclusiones fueron claras: la dieta mediterránea reduce de manera significativa la incidencia de eventos cardiovasculares.

Hoy, tras décadas de estudios, los expertos coinciden: este patrón alimentario disminuye el riesgo de mortalidad y de desarrollar tres de las enfermedades más frecuentes- dolencias cardiovasculares, cáncer y diabetes tipo 2- y también protege frente al deterioro cognitivo, la demencia y el alzhéimer.

¿Y el vino? Un debate permanente

El consumo de vino es uno de los aspectos más discutidos. Aunque suma puntos en la evaluación del estudio PREDIMED, esto no significa que se promueva su ingesta: solo se establece un límite para quienes ya lo consumen habitualmente.

La buena reputación del vino tinto se vincula a los polifenoles presentes en la uva. El propio estudio PREDIMED mostró que un mayor consumo de polifenoles puede disminuir el riesgo de mortalidad. No obstante, estos compuestos también están en alimentos como el aceite de oliva virgen, los frutos secos, las frutas y las verduras.

La Organización Mundial de la Salud advierte que el alcohol puede causar más de 200 problemas de salud y sostiene que no existe un nivel de consumo que esté completamente libre de riesgo.